Belén Rueda nos dice: ¿tú sabías que en el siglo XXI todavía hay personas que compran a personas como si fuera ganado?
Hadijatou Mani tenía doce años cuando fue vendida por 320 euros a un terrateniente de su país, Níger. Durante los nueve años que fue esclava, su dueño la maltrató, humilló y abusó sexualmente de ella.
La primera vez que la violó, tenía trece. Era una niña. “Había siete esclavas más”, cuenta en “Hadijatou, j'accuse”, un
documental sobre su vida.
“El amo nos obligaba a tener sexo con él. Nos trataba como ganado porque, según él, nos había comprado”. Ni una sola de las relaciones que tuvieron, de las que son fruto sus tres hijos (hoy solo viven dos de
ellos), fue consentida. Era una wahaya, una esclava sexual más de las miles que viven en Níger y en el norte de Nigeria.
Los padres de la joven, que hoy tiene 28 años, también eran esclavos, y ella aceptó sumisa el que pensaba que era su destino hasta el día en en que descubrió, a través de las ONG Timidria y Anti-Slavery
International, que no existía ningún documento legal que la retuviera junto a su dueño. En Níger, desde 2003, la esclavitud está prohibida y penada con hasta treinta años de cárcel.